El roce de sus dedos

Antes de que comencéis a leer este post, aviso: ESTA ENTRADA ES ESPECIAL. Llevo tiempo dándole vueltas. Contiene lenguaje explícito. Como no sé si escribiré este tipo de post de forma continuada (por ahora), no voy a clasificar el blog para mayores de edad. Conste esta advertencia claramente en el encabezado de esta entrada.

"Al fin viernes..." pensó, mientras miraba el techo del ascensor.
"He de hablar con el de mantenimiento. El parpadeo del fluorescente me desquicia, de verdad... Bueno, ya lo haré mañana. Esta noche sólo quiero tranquilidad". Miles de ideas y de recuerdos del día le pasaban por la cabeza. Las cosas iban bien nuevamente en el trabajo. Había conseguido arreglar la relación con un cliente descontento con su último trabajo, e incluso había conseguido que le encargase otros elementos decorativos.

Y había recibido una llamada un tanto fuera de lo común de Verónica...

(Atendiendo la llamada mientras tecleaba en el ordenador): ¿Si? ¿Pasa algo?
V: No, nada... te echaba de menos, simplemente.
S (Riendo): Tranquila, Vero, sabes que yo a ti también. Me extraña que me llames, nunca lo sueles hacer. ¿Seguro que no pasa nada? Mira que sabré cuando mientes... siempre lo sé.
V: Ya... supongo. ¿Saldrás tarde?
S: Lo dudo, hoy tengo el curro bastante adelantado. Posiblemente llegue sobre las 7.
V: Perfecto. Abrígate bien, sabes que en estos días ha hecho muchísimo frío, y tienes esa reunión importante el lunes... no quiero que te pongas malito, que luego me toca a mi cuidarte... Y ya sabes lo tiquismiquis que te pones.
S: Oye guapa, que no soy el único... Venga, te dejo, que no quiero retrasarme y hoy tengo muchas ganas de verte.
V (Divertida): ¿Ah si? ¿Y eso?
S (Enigmático): Te cuento cuando llegue a casa... El día hoy va redondo. Un beso cariño.
V: Otro para ti. Y no te canses mucho. Chao.
S: Chao.

"Qué raro que me llamase este mediodía... ¿Le habrá pasado algo? Esta mujer a veces me vuelve loco, con tanto secretismo..." y no pudo evitar esbozar una sonrisa.
"Al fin llego a casa... ¿Por qué estaría tan interesada en saber a qué hora llegaba? Voy a sorprenderla..." pensaba, mientras introducía lentamente la llave en la cerradura procurando hacer poco ruido.

Toda la casa estaba a oscuras, exceptuando un brillo suave que lo iluminaba todo apenas. Sin hacer ruido, soltó las llaves sobre el recibidor con mucho cuidado, y dejó en el suelo el maletín. A continuación e intentando que no se oyese nada más que el susurro del viento, se quitó los zapatos, y fue pisando despacito el parquet en dirección a la luz, que aparentemente salía del interior del baño.

"Me extraña que haya cerrado la puerta estando sola. A saber qué trama Vero... Después de todo este tiempo y sigue sorprendiéndome".

Llegó a la puerta del baño, y se escuchaba el sonido de la ducha. Pegó la oreja a la puerta y prestó atención. Nada fuera de lo común... El grifo monomando ordenó cortar el flujo de agua, y poco a poco se desvaneció su sonido. Pronto sólo se escuchaba el goteo del agua que caía del cuerpo desnudo de Vero, lenta pero inexorablemente. Y conocedor de las costumbres de su chica, él desapareció lentamente hacia el comienzo del pasillo, pues sabía que le encantaba danzar desnuda por la casa, a pesar de que le había dicho miles de veces que al parquet no le venía bien tal aporte de agua, a pesar de que se destilase de ese cuerpo firme y menudo que había aprendido a amar y respetar.

Sabía qué ocurriría a continuación. Ella cogería la toalla y se alborotaría el pelo rojizo que tantos recuerdos le traía. Y así, con esa simple acción, daría por concluída su ducha. En ese momento empezaría a deambular por la casa, haciendo cosas aquí y allí...

Y por esa misma razón, se aflojó la corbata, y se recostó en el sofá. En su lado favorito, de cara al balcón. Y una vez allí, se estiró como un gato, puso las manos tras la nuca, cerró los ojos, y espero pacientemente a que ella apareciese. Allí, en la penumbra, pensaba en aquel frío mes de Noviembre, y poco a poco la noche se acercaba. Tan absorto estaba en sus pensamientos que no se dio cuenta en qué momento ella entró en la habitación, pero sintió su presencia en el momento en que las yemas de aquellos dedos estilizados y de cuidadas uñas le rozaron el cuello, justo en la zona donde latía el pulso que da la vida...

Y lo sintió. Sintió que aquel era el momento. Se puso en pie, lentamente, sin prisa, y se giró.

Ahí estaba ella. La oscuridad no impedía que su silueta se recortase contra la oscuridad reinante como si tuviese luz propia. Y él no era capaz de explicarse por qué se seguía quedando sin palabras cuando la veía desnuda, aun cuando supiera reconocer cada pliegue, cada hondonada y cada textura de su cuerpo...

Ella susurró un "Hola", con cuidado, casi como temiendo romper la magia del silencio que reinaba en la casa. Y él, lentamente, se acercó a ella, la miró a los ojos, y la besó.

Pero no fue un beso cualquiera... Fue un beso como hacía mucho tiempo no recordaba. Un beso con el que ella también reaccionó, y ambos comenzaron a devorarse el uno al otro, con la urgencia propia de los amantes, pero sabiendo disfrutar de cada instante. Cerrando los ojos, se abandonaron el uno al otro. Cada pequeño mordisco, cada contacto de sus lenguas, cada caricia, cada roce de los dedos, incrementaba el fuego que estaban sintiendo ambos.

Él la atrajo hacia si con las manos en su cintura, y ella empezó a quitarle la camisa lentamente, botón por botón. Y así, poco a poco, ella fue desnudándolo, sin prisa pero sin pausa, torturándolo como sabía que a él en el fondo le gustaba. Se acercó a su oído, poniéndose de puntillas, y le susurró: "Túmbate y cierra los ojos".

Sus manos, que tantas veces habían recorrido su piel, y que conocían cada estría, cada recoveco, cada zona de su cuerpo, creaban una sinfonía de sensaciones que en esta ocasión estaban siendo mucho más intensas de lo que podía recordar. La sensación de su aliento en la base del cuello. El sendero de pequeños besos que ella iba sembrando desde su pecho hasta su ombligo. Las filigranas que con la lengua, repasaban los caminos que el tiempo y la experiencia habían dejado en su cuerpo.

Y entonces, ella se tumbó sobre él, con la cabeza apoyada en su pecho, escuchando los latidos de su corazón. Entrelazaron sus manos, y allí, piel con piel, permanecieron un tiempo que les pareció eterno. El fuego inicial fue bajando lentamente de intensidad...

Hasta que de improvisto, ella, aún tumbada sobre él y sin dejar de besarle, moviendo sus caderas, reavivó las ganas. Despacio, él empezó a notar cómo se iba adentrando en ella, con la facilidad con que esta vez estaba ocurriendo. Sabía que ella estaba excitada, se lo notaba, pero nunca antes la había visto así. Y le encantaba. No pudo reprimir el gemido que se le escapó cuando ella comenzó a moverse, al principio despacio, pegada a él, y poco a poco aumentando el ritmo.

Lentamente, ella se fue incorporando, y él supo que por ese momento merecía la pena estar vivo. Sus pechos se movían al compás que dictaban sus caderas, la cabeza hacia atrás, los ojos cerrados.. Sus manos, arañándole suavemente el pecho; sus piernas aprisionándole la cintura; su espalda arqueada hacia atrás. Ella se mordía los labios, incapaz de reprimir sus propios jadeos. Él la agarró con una de las manos de las caderas, suavemente pero con firmeza, y comenzó a aumentar el ritmo, a la vez que con su otra mano le acariciaba los pechos. Y así, bailando la danza más antigua del mundo, fueron acompasando sus cadencias hasta que consiguieron el ritmo perfecto. 

Y sintió el clímax llegar. Como un torrente irreflenable que arrasa todo a su paso, siguieron danzando juntos, acompasados, y en ese momento ella le miró a los ojos. Y sin dejar de moverse, volvió a descansar sobre él, susurrándole un "Te quiero" que en sus oídos sonó infinito...

Y sintió el resplandor, y el consiguiente trueno de aquella noche lluviosa del mes de Noviembre. Cuando abrió los ojos, vio las gotas que golpeaban los cristales del dormitorio.

Y recordó de golpe que era otra noche más de tantas.

Otra noche que dormía con el recuerdo de Verónica. Con el recuerdo...

Del roce de sus dedos.

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